El CEO Se Novela 377
Capítulo 377
Camila se acercó a Héctor con la intención de detener aquel juego peligroso. - Héctor, no le hagas caso a Alarico. Esto podría dañar tu cuerpo. Si realmente necesitas dinero, puedo...
Héctor miró a Camila, y ella rápidamente cerró la boca.
No lo dijo a propósito; simplemente no quería que él se lastimara.
Héctor se dirigió al capataz. -Podemos empezar.
El capataz colocó una bolsa tras otra de cemento sobre los hombros de Héctor, acumulando rápidamente hasta ocho bolsas.
Luego, el capataz añadió la novena y décima bolsa de cemento sobre los hombros de Héctor.
Alarico observaba emocionado y, aplaudiendo, exclamó: —¡Oh, Héctor! No esperaba que te esforzaras tanto por dinero; cien dólares, doscientos dólares. Alarico arrojó doscientos dólares al suelo.
El capataz agregó la undécima y duodécima bolsa.
-Trescientos dólares, cuatrocientos dólares.
Alarico continuó lanzando dinero al suelo.
Con doce bolsas de cemento sobre él, la cara de Héctor no mostraba emoción, pero las gotas de
sudor en su frente ya caían sin cesar-pitando y pataleando-, y su uniforme estaba empapado
de sudor.
Camila quiso intervenir, pero cualquier cosa que dijera sería incorrecta; solo podía mirar
impotente.
El capataz se conmovió. Héctor tenía casi la edad de su hijo. -Héctor, si no puedes más, solo
dilo.
Héctor no dijo nada.
El capataz siguió agregando bolsas de cemento sobre los hombros de Héctor, la décimo tercera, décimo cuarta.
-Quinientos dólares, seiscientos dólares...
Alarico arrojó seiscientos dólares al suelo.
Camila lo miraba; sabía que Héctor era una persona muy orgullosa, pero ahora
las catorce bolsas de cemento ya estaban doblando su espalda.noveldrama
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Capitulo 377
Camila miró a Alarico. ¡Basta, Alarico! ¡Deja de jugar!
En ese momento, el sonido de un celular rompió la tensión. Héctor recibió una llamada.
El capataz ordenó parar de inmediato. -Héctor, te están llamando; vamos a detenernos aquí.
Héctor se detuvo, llevó las catorce bolsas de cemento al lugar designado y luego regresó.
Alarico miró los seiscientos dólares en el suelo. -Héctor, aquí está tu dinero; tómalo, te lo has ganado.
Héctor agachó la cabeza y extendió su mano para recoger el dinero.
Pero una pequeña mano blanca y suave fue más rápida que él. Camila recogió todo el dinero, sacudió el polvo y luego, de pie, se lo empujó contra el pecho. — Aquí tienes; los seiscientos dólares están todos aquí.
Héctor miró brevemente a los brillantes y hermosos ojos de Camila y aceptó el dinero. Después, miró fríamente a Alarico. -Gracias, señor Alarico. La próxima vez que quiera comprar diversión con dinero, llámeme; estaré encantado de acompañarlo.
Alarico se levantó de inmediato. —¡Tú!
Alarico realmente no esperaba que Héctor no solo no se sintiera inferior, sino que también
fuera tan abierto y directo.
Héctor sacó su teléfono; era una llamada de su madre.
Al presionar el botón para responder, no era la voz de Juliana, sino la de Fernanda.
Fernanda, en pánico y llorando, dijo: -Héctor, algo terrible ha pasado; mamá ha tenido un
accidente...
Héctor frunció el ceño. Fernanda, ¿qué le pasó a mamá? No llores, explícame bien.
—Fernanda, mamá se desmayó de repente hoy; la vecina y yo la llevamos al hospital, pero el hospital dice que necesitamos ir a un hospital grande para un examen completo. ¿Qué hospital es ese? Estoy muy asustada.
Fernanda está apenas en noveno grado este año, sigue siendo una niña pequeña, completamente abrumada por la situación.
Héctor apretó el teléfono. —Fernanda, voy para allá ahora mismo.
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