El empresario del corazon roto

Chapter 85: Destino



Chapter 85: Destino

-Capítulo Final-

[Quentin]

Hace tiempo atrás lo perdí todo, absolutamente todo y a pesar de que tengo más dinero del que puedo

gastar no había moneda o mineral que pudiera darme lo que yo mas deseaba. Por años me lamenté,

me hundí en una depresión tan profunda que me hizo tocar un fondo jamás imaginado, me castigué,

me prohibí de todo placer, juré que no volvería a amar y lo único que quería era sentir, porque estaba

muerto por dentro.

Sin embargo, no consideré una cosa, que cuando dije sentir no puse limitaciones en eso, así que mi

corazón quedó expuesto a sentir tristeza, dolor y pena y sorprendentemente amor; uno incondicional

que solo Isabel me podía dar. Ella me enamoró con su voz, con su cariño y amabilidad. Me miró a los

ojos sacudiendo mi mundo y haciéndome sentir que lo que yo creía muerto, sólo estaba enterrado y

ahora que la veo tan plena, tan feliz, tan mía, me hace pensar que el amor no sólo ésta en las

promesas, si no en los actos, en las palabras, en las miradas y en las sonrisa; como en la de mi hija.

Adelaide me sonríe y yo sonrío con ella esta pequeña es uno de los regalos que la vida me dio

después de tanto sufrimiento uno, que estoy seguro, volvería a pasar si al final, me lleva a ellas. Mi

hermosa hija tiene la mirada de brillante de su madre, mis hoyuelos en las mejillas, una sonrisa

sincera y una curiosidad que va más allá de mi entendimiento y me da un amor tan grande que no

puedo creer que venga de esta pequeñita. Acaricio su rostro y en un instante mueve sus manitas para

tomar mi nariz.

—¿Te gusta mi nariz hermosa? — Le murmuró mientras le doy un beso sobre la frente.

La cargo entre mis brazos la pego a mi pecho cerca de mi hombro. Ella se acomoda de inmediato y se

lleva las manos la boca para chuparse los dedos—¿Alguien tiene hambre eh? — Digo feliz mientras

salgo de la habitación para encontrarme a Lea y a Thomas jugando sobre el pasillo.

—¿Qué les dije de jugar sobre el pasillo? — Hablo.

—Lo siento papá, pero es que aquí está el aire acondicionado y a fuera hace mucho calor.

—¿Y qué les parece si mejor dejan esto y salen a la piscina? — Sugiero y ellos sonríen.

—¿Podemos?

—Sí vayan.

Hoy es un día muy especial para la familia, ya que festejaremos en familia la gran apertura de la nueva

sucursal de amistoso menú así como el anuncio de uno de los proyectos mas esperados por la familia

de Isabel, el restaurante que era el sueño de su hermana. Yo después de algunas llamadas y de

convencer a mi esposa que sería lo mejor que pudiera hacer, logré cerrar un acuerdo y dentro de unos

meses, ese sueño se hará realidad.

Bajo las escaleras con cuidado y veo a Isabel y a mis suegros en el jardín platicando alegremente

mientras beben un tinto de verano cuando de pronto ella voltea y me ve con la niña entre los brazos y

viene inmediatamente hacia mí para ayudarme con ella. Tan solo la carga, su hija le sonríe

provocando una sonrisa en ambos.

—Mi amor, qué preciosa te ves hoy ¿papá te puso un vestido fresco? — Pregunta y ella sonríe.

—Se despertó de la siesta sudando, así que le cambié y le puse este vestido que me fascina.

—Gracias.— Responde y me da un beso sobre los labios.— Mis papás ya llegaron y quieren verte,

están emocionados por la apertura del restaurante, quieren saber todo con lujo de detalles.

—Y se los daré, pero primero, ven.

La tomo de la cintura y con nuestra bebé en brazos, beso a Isabel en los labios disfrutando un poco

del delicioso vino que ha tomado con el tinto de verano, por un momento nos quedamos así,

disfrutando de nuestro amor, de todas las sensaciones que corren por nuestro cuerpo, del simple

hecho de estar juntos. Nos separamos y ella sonríe.

—¿Qué fue eso?

—Es un beso que expresa todo, absolutamente todo lo que siento por ti.

—Es un buen beso, espero que hoy por la noche me des otro igual.

—Créeme que lo haré.—Prometo.

Isabel con la niña entre los brazos sale al jardín mientras yo me quedo en la sala un minuto viendo las

hermosas fotografías sobre la chimenea que con el paso del tiempo han ido aumentando. En medio,

está la foto de Isabel y Yo el día de nuestra boda, al lado la de Lea, después una tierna y hermosa foto

del día que Adelaide nació, una que captura el hermoso momento cuando la tuvimos entre nuestros

brazos, y finalmente sonrío al reconocer los bellos y felices rostros de mis hijos que aún me duelen a

pesar de todo.

Me acerco a ella y la tomo entre mis manos y los acaricio.— Buenas tardes mis amores, hoy es un día

maravilloso el cielo brilla, el clima es un caluroso y en este momento podrían estar nadando en la

piscina.— Murmuro.

A veces me gusta imaginar que estarían François y Théo si vivieran, tal vez en este momento

estuvieran a fuera jugando con Lea o Thomas, o posiblemente en el estudio armando legos como le

gusta a Fran o viendo una película como amaba Théo.

—Su hermanita es hermosa, a veces cuando la veo recuerdo la primera vez que los tuve entre mis

brazos. Los extraño, pero sé que donde están su abuela los está cuidando y que son felices como yo

lo soy aquí. No los olvido, jamás los olvidaré.

Dejo el retrato sobre la chimenea y acaricio la foto más reciente de Adelaide en los brazos de su

madre, para después salir de ahí y sentarme al lado de mi nueva familia a conversar sobre el nuevo

restaurante y todas las cosas magníficas que pasarán en el futuro. Observo a Lea tan viva y alegre,

jugando con su primo Thomas del que ha hecho su mejor amigo y me hace sonreír.

Mi Lea, este verano empezará una academia de arte y danza a tomar cursos para fomentar su pasión

y darle las herramientas necesarias para que en un futuro ella pueda decidir cuál es el camino que

quiere tomar, no importa si es doctora o bailarina, lo importante es que sea feliz, tal como yo estoy

seguro mi hermana Jaqueline hubiese querido.

«Si la vieras en este momento Jaqueline, no lo creerías» pienso.

“Ahhhhh qué coqueta” Escucho la voz de mi suegra y al voltear veo a Adelaide sonriendo.

—Esa niña te sacará canas verdes.— Comenta mi suegro.

—Lo sé, mis canas todas llevarán su nombre.— Bromeo y todos no reímos.

—Isabel era igual de coqueta de chiquita, así que seguro lo sacó de ella.— Vuelve a decir.

—Entonces lo heredó de su madre.

Isabel se siente sobre mis piernas y me da un beso sobre los labios.

—¿Piensan tener otro más? — Nos preguntan y ella me ve.

—Creo que por ahora no más bebés, tal vez en un futuro cercano decidamos tener otro, ahora nos

concentraremos en el restaurante y en el crecimiento del comedor.— Dice segura.

—Y ¿Qué pasó con los otros cinco que quiero tener? — Pregunto.

—¿Cinco? No, Tal vez sólo uno más, un pequeño Quentin ¿te parece?

—Vale ¿podemos cerrar el trato esta noche? — Me murmuro.

—Quentin.— Responde avergonzada y luego me cierra el ojo.

—Entonces ¿no más bebés por ahora? — Insiste mi suegra.

—Con Adelaide es más que suficiente… por el momento.— Responde y yo le doy un beso.

—Te amo mi amor— Le murmuro.

—Te amo más.

La plática de torna a otra cosa. Ambos comenzamos a platicar de todos los proyectos que tenemos, de

lo que aún falta por cumplir y sobre todo de los posibles nombres para el nuevo restaurante que

sabemos pronto abrirá sus puertas. Entre risas y platicas amenas pasamos a disfrutar de una deliciosa

comida y un pastel de chocolate que cierra con broche de oro este festejo que a todos nos tiene

plenamente emocionados ya que más que un sueño es un homenaje.

Finalmente el sol comienza a meterse y en cuento menos nos damos cuenta, la noche vuelve a caer.

En cuanto los padres de Isabel se van, yo subo a acostar a Lea que después de tanto nadar ha

quedado exhausta para después irme a la habitación, prender el aire acondicionado y prepararme

para dormir. Momentos después Isabel entra al verme sonríe.

—¿Todo bien?

—Perfecto. Adelaide cayó rendida, supongo que estar sonrisa y sonrisa con sus abuelos le pasó

factura.— Me explica.

Ella se siente sobre el banquillo del tocador y comienza a quitarse los arillos y los anillos. La observo e

inmediatamente sonrío, aún me sigo sorprendiendo al ver su belleza y me pierdo en esos hermosos

labios que me encanta besar todos los días, algo bueno hice en la vida para merecer una segunda

oportunidad con una mujer así.

—¿Qué pasa? — Pregunta.

—Nada, sólo me gusta observarte. Material © NôvelDrama.Org.

Ella se pone de pie y me abraza— ¿Eres feliz Quentin? — Me pregunta.

—Lo soy, más de lo que pensé que sería.. y ¿tú?

—Muy feliz ¿así es como te imaginabas todo esto al final?

Niego con la cabeza.— No, ni siquiera la mitad.— Le confieso.— Nunca pensé que después de lo que

pasó, iba a tener a una esposa tan guapa, inteligente y talentosa y dos hermosas niñas que me

vuelven loco. Tampoco imaginé esta casa y mucho menos que al final, todo saldría bien. A veces

siento que todo esto es un sueño y que yo sigo en coma en aquel horrible hospital.

Isabel me besa sobre los labios, lo hace de esa forma tan especial que me trae recuerdos como

nuestro primer beso en París. Cuando se aleja de mi dejando un hilo de deseo entre los dos, sonríe—

¿Crees que esto es un sueño?

—No.— Contesto seguro.— Definitivamente eres un sueño de mujer pero no un sueño del que tenga

que despertar.

—Aún así ¿qué sueño tan bonito no crees?

—Lo es.

Ella acomoda su cabeza sobre mi pecho y me abraza fuerte haciendo que todos mis miedos se vayan

regresándome otra vez a esta burbuja que siempre se hace cubriéndonos a los dos y calmando mi ser.

Su delicioso olor a jazmín llena mis sentidos y me hace sonreír.

—Gracias.—Murmuro.

—¿Por qué?

—Por devolverme la vida cuando ya la había dado por perdida. Te estaré eternamente agradecido y

dedicaré el resto de mi vida a demostrarte cuanto te amo.—Recito.

Isabel sube su rostro y su mirada se cruza con la mía como esa vez cuando ambos estuvimos en

París, acaricia mi rostro mientras sonríe.—Tienes un poco de chocolate en la comisura de los labios.—

Me murmura.

Sonrío y acaricio sus hermosos labios con la yema de mis dedos.— Isabel, bésame.— Murmuro

mientras la veo a los ojos.

Entonces ella aplaude y las luces se apagan para después besarme como si el mundo se fuera a

terminar.

«Para todos aquellos que aún creen en el amor, a primera vista, a primera voz, a primer latir».

FIN

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