Capítulo 92
Capítulo 92
JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 92
¿Tú lo harías? Abby sonrió mientras sus ojos se abrían despacio. El cuerpo de Rex seguía caliente y delicioso y posesivo.
La cena se había trasladado a las tres de la madrugada, después de unas cuantas sesiones de sexo tan intenso que Abby estaba segura de que nunca en su vida volvería a caminar derecha.
Lo miró dormir, tan tranquilo que nadie podía imaginar que aquel hombre era un volcán en erupción, y solo pudo pensar en cuántos años de su vida le había costado llegar a aquel momento del que siempre había estado segura.
“Siempre es una pena amar sola“, pensó.
Se levantó sin hacer ruido y se encamino hacia el baño, pero no había caminado ni diez pasos cuando algo tiró de su pie y se fue de bruces al suelo.
Rex se levantó en la cama asustado.
–¡Abby! ¿Abby?
– Aquí abajo – dijo ella con un puchero hasta que se sentó y se vio aquel cordel atado alrededor del tobillo, y luego derechito hasta la pata de la cama –– ¿Me amarraste? – le preguntó entre la sorpresa y la risa –– ¿Me amarraste a la pata de la cama? 6
–¿Medida cautelar?—sonrió él con aquella mirada luminosa que siempre la había derretido.
–¡Estás loco! Sácame esto que tengo que llegar al baño.
–¡Uy, el mejor momento del mundo! –exclamó él lanzándose de la cama y un segundo después la estaba besando, metiéndose entre sus piernas.
–¡Oye, espera, me hago pis...! –¡Exacto! ¿Sabes que así los orgasmos son más fuertes? —la provocó Rex. – ¡Estás desquiciado!
– ¡Por ti, claro! –aseguró él y las protestas de Abby muy pronto se convirtieron en jadeos profundos mientras él le hacía el amor de nuevo en medio de aquella alfombra.
Una hora, tres orgasmos y una alfombra irrecuperable después, Rex la metía al baño y sonreía solo de ver el agua correr sobre su cuerpo. Todavía sentía que apenas podía respirar cuando estaba cerca de ella, y a lo mejor de verdad estaba desquiciado, pero solo quería extender aquella noche tanto como pudiera. –¿Es demasiado raro? —preguntó Abby y él la besó suavemente, acariciando su piel bajo el agua. –¿Qué cosa? –Estar aquí todavía. ¿Cómo es que tu instinto no salió corriendo? –murmuró ella y Rex la miró a los ojos. Él también se preguntaba lo mismo.
–No sé — respondió con sinceridad , pero miro la puerta y te juro que mis pies pesan más que dos bloques de concreto. No quiero irme a ningún lugar, Abby. A ninguno. Ella respiró profundamente y lo abrazó, besándolo de nuevo antes de salir del baño.
-Vamos, tenemos mucho que hacer hoy le dijo con un guiño y poco después Rex supo por qué era.
Después del desayuno Abby preparó el estudio para una de las sesiones fotográficas de Rex, -i como si no fueran otra cosa que una excusa!–, solo que esta vez su idea era un poco diferente. -¡Noooooooo, no, no, no, no, no! ¡No me vas a tomar fotos desnudo! -se espantó él. -¡Oye, no seas tímido, esto es arte! Además no se te va a ver nada, son claroscuros ella.
-¡Nop! No con N de Nunca jamás. ¡Tienes que buscarte otro proyecto!
-¿Prefieres tomármelas tú a mí? -preguntó Abby con voz sensual y Rex se derritió.
-Yo no sé tomar fotos… Belongs to (N)ôvel/Drama.Org.
-Yo te enseño. Todo está preparado, incluso la cámara está en el trípode. Lo único que debes hacer es apretar ese botón.
se rio
Rex sintió que se le secaba la boca. A cada segundo descubría una faceta hermosa de la personalidad de aquella mujer y una nueva locura. Hizo de tripas corazón y posó delante de aquella cámara para que Abby sacara las fotos que quisiera de él, y ella se deleitó gobernándolo porque bueno, era con justificación.
Media hora después Rex no podía creer las imágenes espectaculares que ella había tomado, pero entonces la vio programar la cámara y sacarse la ropa despacio. Se unió a él en medio de aquella pequeña plataforma, y las paredes acolchadas se bebieron sus gritos mientras Rex la llevaba al cielo y la cámara sacaba fotos cada diez segundos. 1
-¡Dios… esta mujer me va a matar lentamente! -susurró Rex, besando desde su espalda hasta la curva de su cadera cuando ella se durmió de nuevo-. ¡Qué bueno que no tengo apuro!
Les tomó dos días más salir del departamento, y lo hicieron como un acto de conciencia porque de lo contrario terminarían en urgencias. Pasearon por la ciudad al atardecer y cenaron fuera. Estaban apenas regresando, atravesando Central Park, cuando alguien gritó que tuvieran cuidado y los reflejos de Rex lo hicieron saltar y alcanzar un balón antes de que le pegara a Abby.
-¡Lo siento, lo siento mucho! -gritó un muchacho acercándose-. Estamos apenas empezando a practicar y así es un poco dif…
Rex miró al equipo que intentaba jugar fútbol americano. Eran hombres de los diecinueve a los treinta, y todos estaban en sillas de ruedas, menos el chico que había corrido hacia él; tenía sus dos piernas intactas, pero le faltaba uno de sus brazos.
-Oye… eres Rex Lanning -dijo de pronto mirándolo extasiado, y Rex sonrió mientras asentía. El muchacho se giró hacia los otros y gritó—: ¡Es Rex Lanning!
Muy pronto Rex se vio rodeado de fanáticos y Abby dio dos pasos atrás, sacando su cámara despacio. Se dio cuenta de que él tenía la sensibilidad suficiente de sentarse en un banco para quedar a su altura y la media hora siguiente se le fue dándoles consejos e instrucciones de cómo jugar.
Todos eran exsoldados de uno de los hospitales de veteranos de Nueva York.
–Me imagino que solo estás de paso por la ciudad, ¿verdad? -preguntó el mayor de ellos, que
se llamaba Lennox.
-Pues unos días sí voy a estar ¿por qué? -respondió Rex.
-Bueno, estamos organizando todo esto del partido para ver si recaudamos algunos fondos para las familias de… de los que ya no están. Pero seamos honestos ¿quién diablos va a venir a un partido de fútbol americano de un montón de gente en silla de ruedas?
-Oye, no digas eso, yo definitivamente iría. ¿Cuándo es? -lo animó Rex.
No sabemos… somos malos para la planificación -admitió otro que se llamaba Steve-. Pero si alguien como tú viniera, seguro que otra gente se animaría.
Rex miró a Abby y ella asintió con la cabeza porque ya se imaginaba la pregunta y los planes que traía.
-Bien, ustedes no lo saben, pero si alguien es experto en planificar eventos que atraigan gente, ese soy yo -sonrió Rex
-sonrió Rex-. Y esa damisela hermosa de allá me va a asistir.
Alargó su mano hacia Abby y la muchacha se sentó sobre una de sus piernas. Mostró su cámara y sonrió.
-Tengo algunas ideas, ustedes me dicen si las podemos poner en marcha.
Pasaron toda una hora conversando sobre cómo hacer aquello y para cuando se despidieron de sus nuevos amigos los dos estaban entusiasmados.
-¿De verdad crees que podamos hacer esto en una semana? -preguntó Rex mientras caminaban de la mano de regreso al departamento.
-¡Pero claro que sí! -se emocionó Abby-. Me dijiste que me buscara otro proyecto que no fuera retratarte desnudo y este me gusta. Haremos un lindo evento para ellos, ¡y te aseguro que la gente donará millones!
Rex se conformaba con saber que él haría una donación sustancial, pero ni siquiera se imaginaba lo que Abby tenía en la mente.
Pasaron toda la semana siguiente preparando la fiesta. Abby se encargó de todos los detalles, desde la comida y bebida hasta el lugar donde se iba a celebrar y la música. Rex por su parte, hizo una lista de todas las personalidades importantes de Nueva York que no le colgarían el teléfono, para que asistieran al evento. Los dos sabían que la gente daría dinero para una buena causa, pero ella tenía toda la intención de hacerlo memorable.
En el proceso tuvieron tiempo de conocer a muchos de los soldados y sus familias, y Abby hizo especial empatía con una muchacha de su edad, la esposa de Steve, que ya estaba embarazada de su primer bebé.
Cuando llegó el día del evento, el parque donde se celebraría el partido estaba lleno de gente. Todos querían ver a Rex Lanning abrirlo, pero también querían ayudar a aquellas familias. Cuando el partido
terminó, trescientos invitados se dirigieron con sus mejores galas al salón de eventos y al llegar a la puerta… Abby los estaba esperando con trescientas sillas de ruedas.
Incluso Rex se quedó impactado por lo que ella estaba haciendo.
-Sé que vinieron esta noche a ayudar —dijo ella poniéndose de pie tras un pequeño podio que le habían preparado, pero la mayor ayuda que podemos darles a nuestros soldados es la comprensión. Esta noche el salón del evento fue preparado para personas que pueden caminar, sin embargo, quien quiera entrar, solo podrá hacerlo si se sienta en una de estas sillas de
ruedas. Será incómodo para ustedes, se desesperarán, van a tropezarse mucho, y quizás pasen por algunos malos momentos, pero al menos cuando termine la noche su corazón sabrá por qué están pagando y cuánto vale realmente su ayuda para las personas que la reciben. Gracias.
Rex estaba al borde de las lágrimas y aplaudió más fuerte que todo el mundo. Tomó su silla de ruedas y le dio un beso suave a Abby antes de sentarse en ella y empujar las ruedas con convicción hacia el interior del salón. Tras él Abby hizo lo mismo y muy pronto todos los invitados siguieron su ejemplo.
– Esta es una noche memorable ––dijo Lennox llegando junto a Rex, que no dejaba de mirar a Abby–. Tienes una gran compañera en ella. Me alegra ver que sabes valorarla. 2 Rex asintió con una sonrisa, mientras aquella calidez y aquella admiración que sentía por esa mujer echaban raíces en su corazón. Era una persona maravillosa y era la primera vez que Rex Lanning sentía que tenía que trabajar muy duro para estar a la altura de alguien.
–Oye Lennox, esta semana que nos estuvimos encontrando, vi que también juegas básquet.
–Lo intento – respondió él con una sonrisa, señalando sus muñones. Había perdido las piernas por debajo de la rodilla. 1
– Bueno… sabes que le hago publicidad a varias marcas, y tengo un amigo muy querido que es promotor de Nike – dijo Rex–. Sé que están probando unas prótesis muy interesantes. Si me dejas, me gustaría presentártelo. 2 A Lennox casi se le salieron los ojos de la emoción, y diez minutos después Rex lo presentaba con su amigo, al que por supuesto había invitado. El evento fue un éxito total. La gente donó mucho dinero para las familias y tuvieron una gran noche de diversión.
Rex y Abby esperaron a que todo el evento terminara, y cuando él se acercó a ella, la vio mirar con amabilidad a Marjorie y Steve. Las donaciones habían pasado de los seis millones de dólares, así que al menos durante los primeros años de vida de su bebé, tendrían seguridad económica, y Marjorie se había puesto sentimental. 1
–Supongo que debe ser difícil para ella –murmuró Rex. – Por supuesto que no, ella lo ama –respondió Abby con una sonrisa comprensiva-. Y cuando hay amor una puede hacer cualquier cosa.
–¿Tú lo harías? —preguntó Rex mirándola embobado—– ¿Podrías salir con alguien sin piernas, o sin brazos?
– Claro que sí. Eso sería lo menos importante – replicó Abby mirándolo a los ojos—. Digo... ya he salido con hombres sin cerebro, sin corazón... y hasta sin huevos. 1
Rex pasó saliva y acarició su rostro. ¿Cómo era que alguien en su sano juicio podía haberle roto el corazón a una mujer como ella?